¿Es posible revitalizar una organización?
Toda organización atraviesa etapas en su evolución
Sin duda, toda organización atraviesa etapas en su evolución. Cuando recién comienza, la visión e impronta de sus fundadores es suficiente para inspirar y alinear los esfuerzos de todos los integrantes hacia el crecimiento y fortalecimiento del emprendimiento. En la etapa inicial de un emprendimiento exitoso el foco está puesto en hacer crecer las ventas. Prácticamente no hay fronteras entre sectores o departamentos internos, la comunicación es directa y la información circula ágilmente. El personal suele realizar sus tareas con entusiasmo y es fácil para los fundadores medir los resultados de su gestión.
Superada esa etapa inicial, debido a la expansión continua de las ventas, la organización también crece. Es frecuente que con el mayor tamaño y complejidad que adquiere la organización, esa energía inspiradora de los fundadores se diluye. Aparecen los límites departamentales internos o por especialización de tareas, hay demoras y distorsión en la circulación de la información, los nuevos empleados no tienen la misma motivación y compromiso que los iniciales. Emergen conflictos interpersonales entre sectores y niveles jerárquicos de la organización, la toma de decisiones se vuelve más lenta, los clientes experimentan demoras o destrato en su relación con la empresa o institución, y suele suceder que hay una pérdida progresiva de productividad.
Los fundadores comienzan a sentirse frustrados con esta situación y a pensar que era mejor cuando recién empezaban, pero se dan cuenta que ya no hay vuelta atrás. Posiblemente ni las prácticas, los conocimientos o las habilidades que les permitieron a los fundadores establecer la organización y hacerla crecer, se adecuan al nuevo estado de la organización. Menos aún sirven para prepararse para los nuevos desafíos que se presentan en el mercado o contexto en el cual se desenvuelven.
Es también común que los fundadores no se den cuenta de esta realidad. Han sido exitosos en su gestión pasada y les cuesta reconocer que ahora ya no lo son tanto. Tienden a insistir en viejas prácticas esperando revertir los resultados poco satisfactorios. Lamentablemente, a menudo sus esfuerzos resultan vanos. Persistir en este rumbo puede llegar afectar tanto la salud de la organización como el bienestar, y hasta la salud física, de los fundadores.
No existen recetas milagrosas ni dos organizaciones que sean iguales, de manera que no se pueden hacer recomendaciones universalmente válidas para revitalizar una organización que muestra los síntomas de crecimiento descriptos. Hace falta una mirada externa libre de prejuicios, y con un enfoque sistémico, para entender en cada caso cómo los distintos integrantes de la organización se están relacionando entre sí para producir los resultados que están teniendo, tanto de negocios como de bienestar de las personas.
Disponiendo de un diagnóstico elaborado por consultores experimentados, los integrantes del equipo de conducción de la organización en cuestión pueden entender cómo todos y cada uno de ellos están contribuyendo al estado actual, hacerse cargo de ello, y proponerse hacer los cambios que se necesiten para revitalizar la organización. A su vez, esos mismos consultores pueden ayudarlos colectiva e individualmente a trazar un plan de acción, y llevarlo a cabo, que permita poner en práctica nuevas acciones que logren revertir los resultados insatisfactorios.
En Energeia podemos brindar este tipo de apoyo porque reunimos profesionales con amplio conocimiento y experiencia en gestión de empresas, diseño organizacional y prácticas de gestión de negocios y de personas. A esto sumamos nuestra formación y experiencia como Coaches Ejecutivos y de Equipos desde un enfoque sistémico y de ontología del lenguaje (1) y una trayectoria de siete años en consultoría de cambio organizacional. Nuestros clientes así lo testimonian (ver www.energeia.com.ar – clientes – testimonios).
- Ontología del Lenguaje: Se refiere a una interpretación filosófica y operativa del hombre como ser que vive en el lenguaje. Nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno a través de la palabra. Las palabras, sean vocalizadas o no, ejercen un efecto profundo en nosotros, al punto de determinar el éxito o fracaso de nuestras acciones. Ocurre que nuestro estado emocional, y hasta nuestro propio cuerpo, se ven intensamente afectados por nuestros dichos y nuestros pensamientos. Paralelamente, nuestras posturas corporales también influyen en nuestro estado emocional y las palabras y lenguaje que utilizamos. Así mismo, nuestras emociones inciden en nuestra forma de percibir e interpretar nuestra realidad y dan forma a nuestra postura corporal. Operativamente pues, desde esta mirada, es posible ensayar cambios en el lenguaje que empleamos y/o en nuestra corporalidad para incidir en nuestra efectividad y bienestar personal. Un equipo de conducción que comprenda y adopte esta mirada en forma conjunta puede lograr una mayor efectividad en su gestión.
Desde esta mirada interpretamos que las organizaciones, además de ser sistemas abiertos interactuando con el contexto para cumplir con su misión en la sociedad, son redes de conversaciones. En efecto las reuniones de trabajo, conversaciones telefónicas, mails, y demás formas de comunicarnos, tanto internamente como con el contexto, son conversaciones. Conversamos para definir e implementar estrategias, y también para gestionar la operación cotidiana. Habitualmente nuestras conversaciones en una organización tienen por propósito identificar oportunidades o problemas, proponer alternativas de acción, tomar decisiones y coordinar esfuerzos y recursos para ejecutar las acciones resueltas. Si se desarrollan en forma efectiva, estas conversaciones se convierten en espacios de pensar conjuntamente con otros aprovechando la información y el talento de todos los integrantes de la organización para mejorar los resultados del negocio. De lo contrario, se desperdicia un enorme potencial. En efecto, cuando las conversaciones se emplean sólo para dar órdenes, quejarse de otros o de las circunstancias, expresar desánimo o buscar culpables tienen un efecto negativo, tanto en los resultados de negocio como en el bienestar de las personas que trabajan en la organización.